Además de monetizar una app por su venta directa, con publicidad o mediante pagos dentro de la aplicación, también es posible generar rentabilidad creando una nueva ip (propiedad intelectual), que luego explotar en otros medios. Sin duda, el caso de mayor éxito han sido los Angry Birds de Rovio.
Otros casos son por ejemplo el de Swampy, el cocodrilo que Disney lanzó con su juego para móviles «Where is my Water?» y que ya cuenta con su propia serie de animación:
O el de la popular aplicación de Talking Tom Cat, que además de tener su serie online, cuenta ahora también con una serie de muñecos físicos.
Son peluches, que además de ofrecer una funcionalidad similar a las de sus versiones digitales, también pueden interactuar con estas e incluso entre ellos.
Parece claro, que el negocio de las apps no vive sólo en el terminal, sino que muchas veces ese es sólo su punto de partida.